
Por: Algenis Polanco
Este lunes, el INTRANT ha iniciado una campaña de entrevistas casa por casa con el objetivo de “buscar soluciones” al caos del transporte público. A primera vista, la iniciativa suena prometedora: acercarse al ciudadano, escuchar sus necesidades, entender sus rutinas. Pero basta con mirar un poco más allá del titular para notar la desconexión total entre esta estrategia y la realidad diaria de los dominicanos que verdaderamente sufren el desastre del tránsito.
Porque, seamos honestos: ¿quién está en su casa a las 9 de la mañana de un lunes? Seguro que no son los obreros que madrugan para llegar a su trabajo dos horas antes por miedo a quedarse sin transporte. Tampoco las madres que deben caminar varias esquinas con sus hijos porque en su barrio no entra ningún autobús. Mucho menos los estudiantes que se juegan la vida esquivando motores en avenidas sin aceras. A esas horas, quienes padecen el caos del transporte están en la calle, no en sus casas.
Esta metodología de entrevistas casa por casa parece ignorar por completo el perfil del ciudadano afectado. ¿De qué sirve preguntar a quien no está atrapado en un tapón a las 7:30 a.m.? ¿A quién beneficia una consulta realizada a las personas que, muchas veces, no usan transporte público porque no lo necesitan o no confían en él?
Más que una acción concreta para solucionar el problema, esta campaña parece una operación de relaciones públicas. Un intento de mostrar que “se está haciendo algo” sin tener que enfrentar el verdadero reto: reorganizar rutas, invertir en infraestructura, fiscalizar a los operadores informales y, sobre todo, escuchar en el terreno a quienes viven la pesadilla del transporte todos los días.
Si el INTRANT quiere respuestas reales, debe ir a los puntos críticos de santo domingo desde las 6 de la mañana y las 5 de la tarde, a los entornos de las escuelas y colegios mediodía y termino de la tarde, a las paradas abarrotadas al final de la jornada. Debe conversar con chóferes, con usuarios que hacen en las paradas, con los que caminan kilómetros porque no tienen otra opción. Porque el problema del transporte no vive en las casas; vive en las calles, en el calor, en el humo y en la desesperación.
Las soluciones reales no se consiguen con encuestas desde la comodidad del hogar, sino enfrentando el problema en el terreno. Todo lo demás es puro teatro.




